- La capacidad cognitiva y la percepción del tiempo varían.
Durante la infancia, el niño es incapaz de percibir en la mayoría de
las ocasiones las consecuencias que producirán sus actos en un futuro.
En la preadolescencia comienza a preocuparse y a medir las posibles
consecuencias de sus acciones. Esto representa uno de los primeros
indicios del pensamiento maduro.
- Adquiere una identidad y una imagen sobre sí mismo.
Comienza a querer autodefinirse dentro de su entorno, a obtener un rol
propio, lo que provoca que empiece a preocuparse por crear y cultivar
una imagen ante los demás a la vez que refuerza esa imagen sobre sí
mismo. El desarrollo de esta imagen hace que el preadolescente sea más
vulnerable ante las frustraciones que pueden producir el cumplimiento de
las autoexpectativas (sobre su cuerpo, su higiene, sus hábitos,
etcétera).
- Cambia la percepción y la forma de relacionarse con los demás.
No sólo va a experimentar un deseo de mayor independencia y un
desarraigo del núcleo familiar en pro de amistades y otros entornos
(actividades deportivas, profesores, etcétera), sino que comenzará a ver
el lado humano y más imperfecto de las figuras de autoridad, dejará de
idolatrar a estas figuras y comenzará a cuestionarse sobre la autoridad
de las mismas. Además, el cambio en las relaciones sociales del
preadolescente provoca la necesidad de integrarse en grupos y círculos,
lo que también acarrea una debilidad mayor ante la presión social a la
hora de adquirir determinados hábitos perjudiciales, como el consumo de
alcohol y drogas.
- Los cambios en el cuerpo también producen cambios en la mente. No sólo va a experimentar un desarrollo inicial de la sexualidad, sino que los cambios biológicos motivarán la aparición de miedos e inseguridades (muchas niñas experimentan miedo ante la primera menstruación.
domingo, 20 de noviembre de 2016
Cambios psicológicos y sociales.
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